Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Desde nuestra historia más reciente, los guineanos hemos conocido solo dictaduras, corrupción y la explotación de nuestros recursos por una minoría. El régimen de la familia Obiang, en el poder por más de cuatro décadas, ha saqueado nuestro país y ha ahogado nuestras aspiraciones de un futuro digno. Pero hoy, desde el exilio, quiero hablarles de algo más grande que la opresión que hemos sufrido: quiero hablarles de la esperanza.
A pesar de la pobreza que nos aflige, del hambre que padecen nuestros niños, y del oscuro futuro que enfrentan nuestros jóvenes, hay algo que no pueden arrebatarnos: nuestra determinación por cambiar nuestra realidad. El deseo de libertad y justicia vive en el corazón de cada guineano, tanto en casa como en la diáspora. Y hoy, más que nunca, debemos unirnos para recordarnos que la democracia es posible, que el cambio está a nuestro alcance.
No será fácil, lo sabemos. Pero los grandes cambios en la historia siempre han comenzado con pequeños pasos y con la voluntad inquebrantable de un pueblo. Guinea Ecuatorial ha sido bendecida con una riqueza natural inmensa, desde el petróleo hasta los minerales preciosos, pero nuestras mayores riquezas no son materiales; son nuestra gente, nuestra cultura y nuestra resiliencia
El régimen ha intentado convencer al mundo de que nuestras voces no importan, pero aquí estamos, más fuertes y unidos que nunca. Los guineanos exiliados alrededor del mundo no somos un pueblo derrotado; somos la semilla del cambio. Nuestra historia no se termina con esta dictadura, porque el futuro que soñamos está a la vuelta de la esquina. Un futuro donde los guineanos podamos vivir en paz, con derechos y oportunidades para todos
Hoy, quiero que cada guineano recuerde que la libertad no es un lujo inalcanzable, sino un derecho que nos pertenece. Y aunque la oscuridad del régimen ha durado demasiado tiempo, las dictaduras no son eternas. Nuestra lucha por la democracia será larga, pero es una lucha que podemos ganar. No porque tengamos más recursos o más poder que ellos, sino porque tenemos algo que ellos nunca podrán controlar: la esperanza.
Llamo a mis hermanos y hermanas, tanto dentro de Guinea Ecuatorial como en el exilio, a que no pierdan la fe. La historia nos ha demostrado que los pueblos que creen en sí mismos, que se organizan y que luchan por sus derechos, son los que cambian su destino. Somos capaces de construir una Guinea Ecuatorial nueva, una donde nuestros hijos no tengan que huir para buscar un futuro mejor, sino que puedan construirlo en nuestra tierra.
Mantengamos viva la llama de la libertad. Sigamos adelante, con la certeza de que, aunque el camino sea arduo, la democracia está más cerca de lo que parece. El cambio no solo es necesario; es inevitable. ¡Juntos lo lograremos!