Por Armengol Engonga Ondo, presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Los antecedentes históricos de la mayoría de los países africanos, y de manera especial los de África Central —como nuestro pueblo Guinea Ecuatorial, Congo Brazzaville, República Democrática del Congo, Camerún, Gabón, República Centroafricana o Angola— muestran una realidad común: presidentes atornillados al poder durante décadas, en dictaduras vergonzantes, corruptas y carentes de compasión por sus pueblos.
Teodoro Obiang Nguema es el decano de todos ellos, el jefe del llamado Club de los Mangantes. Lleva 46 años ininterrumpidos en el poder. Le sigue Paul Biya, de Camerún, con 43 años y Sassou Nguesso, del Congo Brazzaville con 28 años detentando el gobierno.
La comunidad internacional, junto con las sociedades de estos países, reclama con urgencia un cambio político que devuelva la libertad y actualice nuestros desarrollos en democracia, recuperando el tiempo perdido.

Dentro de África Central, sin embargo, empieza a soplar un viento de esperanza, con los tibios pero significativos cambios políticos iniciados por João Lourenço en Angola, que lleva 8 años en el poder; Brice Oligui Nguema en Gabón, con 3 años; Faustin-Archange Touadéra en la República Centroafricana, con 9 años y Félix Tshisekedi, de la República Democrática del Congo, elegido democráticamente el 25 de enero de 2019.
Ante este panorama de dictaduras longevas, incompetentes e insensibles, cabe preguntarse: ¿por qué se ha consolidado con tanta crudeza este modelo en Guinea Ecuatorial y en gran parte de África Central?
Tras las descolonizaciones, muchos de estos presidentes llegaron al poder por la fuerza, mediante golpes de Estado, y una vez instalados, decidieron perpetuarse, creando sistemas que los expertos llaman repúblicas monárquicas: países sin monarquías formales, pero con sucesiones familiares.
En el caso de Guinea Ecuatorial, tras derrocar a su tío Macías, Teodoro Obiang decidió comportarse como un reyezuelo, sin importarle las libertades ni el bienestar de los guineanos.

Curiosamente, nuestro coloso vecino Nigeria representa un ejemplo de democracia básica y funcional. En su Constitución, un presidente solo puede gobernar cuatro años, siendo elegido libremente. En apenas setenta años ha tenido dieciséis presidentes, y gracias a esa alternancia ha avanzado en libertad, desarrollo y oportunidades para su pueblo.

En cambio, las repúblicas monárquicas de nuestro continente han destrozado la convivencia, pulverizado el desarrollo, agravado la desigualdad y empobrecido a generaciones enteras, hipotecando su futuro.
Pero África sigue siendo un continente de potencial ilimitado. Su juventud, su diversidad y su resiliencia son su mayor riqueza.
Nuestra generación quiere acompañar a los jóvenes en este proyecto político apasionante del post-Obiang, aportando experiencia y visión, junto con su energía y esperanza. Trabajamos para todos los guineanos, y de forma especial, para que la juventud tenga un futuro mejor, porque ese futuro les pertenece.

Al mismo tiempo, ponemos especial atención en los recursos naturales y en la gestión de los impuestos públicos, que deben administrarse con transparencia, profesionalidad y eficacia. La riqueza del país —su petróleo, su madera, su pesca, sus minerales y su tierra fértil— no puede seguir siendo el botín de unas élites corruptas.
En la Guinea democrática que construiremos, lo que es de todos no será de unos pocos, y cada céntimo recaudado servirá al bien común: escuelas, hospitales, infraestructuras, vivienda y empleo digno. La limpieza, la vocación de servicio y la rendición de cuentas serán principios sagrados de nuestra gestión pública.
Queridos compatriotas, desde el Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial trabajamos incansablemente por las libertades, por la democracia, por el desarrollo y por el progreso.
Defendemos una economía social de libre mercado, que genere riqueza y oportunidades, y un Estado que garantice una sociedad más libre, más justa y más solidaria.
Mientras el régimen agoniza, intentando aparentar normalidad con viajes a Dubái, Egipto o los países del Golfo, la incertidumbre crece en su seno. La caída es inevitable, y nosotros seguimos preparados para regresar y participar en la transición democrática del post-Obiang.
El futuro pertenece a la libertad, a la justicia y al pueblo guineano.
Abrazos fraternales.


