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EL NUEVO “EJE DEL MAL” EN ÁFRICA: EL GOLFO DE GUINEA, TABLERO CENTRAL DE LA GUERRA GEOPOLÍTICA

Por Redacción

05/11/2025

Por Juan Cuevas, Secretario de Formación del PPGE

África ya no es solo el continente de las materias primas. Es, cada vez más, el tablero donde se dirime una silenciosa guerra geopolítica entre bloques de poder. En ese campo de batalla, el Golfo de Guinea ocupa una posición estratégica clave: casi el 30% del petróleo y gas que abastece a Europa y Estados Unidos cruza sus aguas, además de ser una ruta imprescindible del comercio marítimo mundial. Quien controle este corredor, controla buena parte del suministro energético global. Esta realidad no ha pasado desapercibida para las grandes potencias autoritarias. Rusia, China, Cuba, Irán o Turquía han construido en los últimos años un eje de influencia –una suerte de nuevo “Eje del Mal” en el África contemporánea– que sostiene a regímenes dictatoriales a cambio de concesiones económicas, militares y políticas. Guinea Ecuatorial es hoy uno de los casos más preocupantes.

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Teodoro Obiang lleva casi medio siglo en el poder. Su supervivencia política no es fruto únicamente de la represión interna, sino de un sistema internacional de protección mutua entre dictaduras cuidadosamente tejido. Durante décadas, agentes del G2 cubano –el servicio de inteligencia del régimen de La Habana– han formado y asesorado a los servicios de seguridad ecuatoguineanos, replicando el modelo de control social cubano: espionaje interno, infiltración de la oposición, propaganda, vigilancia en centros educativos y laborales y neutralización preventiva de cualquier movimiento democrático. El objetivo es claro: impedir que la sociedad se organice contra el régimen, cortando cualquier brote de disidencia antes de que tome forma. A esta estructura de control se añade la entrada de Rusia, a través del denominado África Corp –la heredera del Grupo Wagner– desplegada para asegurar intereses rusos, controlar puertos y enclaves estratégicos y blindar al régimen ante cualquier intento de cambio político. Moscú entiende que un pie firme en el Golfo de Guinea le permite desafiar directamente a Estados Unidos, al Reino Unido y a la Unión Europea en su propio suministro energético y en las rutas marítimas globales.

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China, por su parte, actúa con una estrategia diferente pero igual de determinante. Su influencia se ejerce mediante préstamos, infraestructuras, endeudamiento y acuerdos opacos que atan de manos a gobiernos africanos. A Pekín no le preocupa la naturaleza criminal o represiva de los regímenes mientras se garantice el retorno de sus inversiones, la fidelidad diplomática y el acceso a recursos estratégicos. El resultado final es que el régimen de Obiang se mantiene artificialmente gracias a un sistema de apoyos extranjeros que no exige ni democracia, ni transparencia, ni respeto por los derechos humanos. Es el mismo patrón que podemos observar en Venezuela, donde Vladímir Putin sostiene militarmente a Nicolás Maduro, China lo blinda diplomáticamente y protege sus inversiones, Cuba dirige sus servicios secretos y controla los mecanismos de represión, Turquía actúa como plataforma económica e Irán proporciona asesoramiento logístico y militar. Aunque la oposición venezolana ganó claramente las elecciones con Edmundo González Urrutia, el dictador no ha querido ceder el poder porque sabe que cuenta con un entramado internacional que garantiza su impunidad. La lección para Guinea Ecuatorial es evidente. En un mundo multipolar, Obiang ha comprendido que su supervivencia personal y la continuidad de su clan dependen de entregar soberanía a potencias autoritarias que no le exigirán cuentas. El precio es la hipoteca del país y el futuro de su pueblo.

¿Qué margen queda entonces para los ciudadanos? Muy poco. Cualquier protesta o llamamiento interno al cambio democrático es sofocado de inmediato por unas fuerzas represivas entrenadas, asesoradas y respaldadas internacionalmente. El ecuatoguineano sabe que se enfrenta no solo a su propio dictador, sino a todo un ecosistema de potencias extranjeras interesadas en mantenerlo en el poder. La comunidad internacional democrática, aunque consciente, actúa con cautela. Confrontar directamente a Rusia o a China en África implica riesgos energéticos, migratorios y geopolíticos. Mientras tanto, el tiempo juega a favor de los regímenes autoritarios. África –y especialmente el Golfo de Guinea– se ha convertido en el escenario de un choque entre dos modelos de mundo: el de la libertad y el Estado de derecho frente al de la dominación autoritaria.

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Sin embargo, una alternativa existe. El Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), del que formo parte, está impulsando una estrategia diplomática activa para que las democracias no abandonen a nuestro pueblo. Estamos apelando de forma directa a Estados Unidos, a la Unión Europea y al mundo libre para que apoyen la apertura democrática en Guinea Ecuatorial. No pedimos intervención ni injerencia, sino apoyo diplomático, político y estratégico que permita al pueblo ecuatoguineano sacudirse la dictadura por sí mismo. El PPGE está construyendo relaciones institucionales con gobiernos, congresistas, eurodiputados y organizaciones democráticas con el fin de exponer lo que ocurre en Guinea y promover un plan internacional de transición democrática, como el que ayudó a liberar a millones de europeos durante la caída del bloque soviético o a Sudáfrica durante el fin del apartheid. Guinea Ecuatorial no pide tutelaje: pide que el mundo libre no mire hacia otro lado mientras un pueblo que desea libertad está siendo asfixiado por una dictadura sostenida desde el exterior.

Armengol Engonga, Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial

Obiang lo sabe. Y para evitar rendir cuentas por décadas de corrupción, violaciones de derechos humanos y saqueo del país, está dispuesto a entregar Guinea Ecuatorial al mejor postor autoritario, aunque eso condene a futuras generaciones. La comunidad internacional, especialmente Estados Unidos y Europa, deben decidir si observarán pasivamente cómo África se convierte en el patio estratégico de las dictaduras globales… o si defenderán la libertad allí donde hoy parece imposible.

El Golfo de Guinea puede convertirse en el nuevo Berlín de nuestro tiempo. El mundo libre debe elegir de qué lado quiere estar.

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