Por Armengol Engonga Ondo, presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Los guineanos llevamos demasiado tiempo observando con estupor la deriva del dictador Teodoro Obiang. Hoy, lo vemos como un hombre envejecido, atormentado por sus propios fantasmas y profundamente celoso del legado —oscuro y trágico— que dejará tras su paso por el poder. En el ocaso de su mandato, pretende aún justificar lo injustificable: una dictadura despiadada, que durante más de cuatro décadas ha sembrado el país de miseria, miedo, persecuciones y muerte.
La historia lo juzgará sin indulgencia. Bajo su régimen, miles de guineanos han muerto, muchos han quedado mutilados, otros han sido condenados a vivir sin patria, sin techo, sin futuro. Todo por el capricho de un hombre incapaz, que jamás estuvo preparado para liderar los destinos de nuestra nación y que, para colmo, ha osado darnos lecciones de moral y buen gobierno.
Cuando uno lo escucha hoy, farfullando frases sin sentido, arrogante y paternalista, cuesta creer que durante 46 años Guinea Ecuatorial haya estado en manos de alguien que no pasa de ser un analfabeto funcional, incapaz de reconocer su propia ignorancia. Nos habla como si le debiéramos algo, cuando en realidad es él quien le debe la vida y la dignidad a un pueblo entero.

Se equivoca quien piense que los guineanos olvidaremos. No olvidaremos la corrupción sin límites, el culto a la personalidad, la represión sistemática, ni los asesinatos ordenados desde la sombra. No olvidaremos que mientras la riqueza nacional se derrochaba en caprichos personales, nuestros hospitales colapsaban y nuestras escuelas se caían a pedazos. Señor Obiang, su legado es el del miedo, el desfalco y la injusticia.
Y mientras el mundo avanza hacia sistemas democráticos y libres, usted inventa conceptos como el «ensayo democrático», un experimento vergonzoso con el que ha pretendido vestir de legalidad su tiranía. Ese invento no engaña a nadie: ni dentro ni fuera del país.

Hoy, por fin, hay una alternativa real. El Partido del Progreso está preparado para liderar la transición. Tenemos un proyecto de país sólido, equipos humanos formados, una estructura política seria y, lo más importante, una visión compartida con miles de compatriotas: construir una Guinea Ecuatorial libre, democrática y próspera.
Los jóvenes y las mujeres serán la fuerza motora de ese cambio. Ellos no quieren seguir siendo súbditos de un régimen decadente. Quieren emprender, trabajar, estudiar y vivir en paz. Y para que eso ocurra, debemos garantizar un entorno donde se respete la ley, se protejan las libertades y donde los inversores —nacionales y extranjeros— puedan confiar y apostar por el futuro de nuestra tierra.

Le pedimos una sola cosa, señor Obiang: márchese. Váyase en silencio, con humildad. Pida perdón al pueblo. Aún puede evitarle a esta nación un final aún más trágico. Pero si decide aferrarse al poder, si prefiere seguir siendo el carcelero de su propio pueblo, tenga por seguro que la historia no será compasiva con usted.
El incidente reciente en un retén militar de Bata, entre mercenarios rusos y bielorrusos —con muertos y heridos incluidos—, es una muestra más de la degradación moral y política de su régimen. ¿A qué país libre se le ocurre contratar ejércitos extranjeros para reprimir a su propio pueblo? ¿Con qué justificación gasta usted millones del erario público en importar violencia, mientras nuestros hijos carecen de pan, medicinas y escuelas?

El tiempo del miedo se está acabando. Cada vez somos más los que nos atrevemos a soñar, a hablar y a organizarnos. Porque lo creemos firmemente: lo bueno está por llegar. A todos los compatriotas, dentro y fuera del país, os digo con el corazón: perseverad, resistid, organizad el cambio.
Y como siempre, os invito a visitar y compartir los contenidos de El Confidencial de Guinea Ecuatorial, una herramienta de información, reflexión y esperanza para este nuevo tiempo que ya asoma.
Un gran abrazo fraternal.


