Juan Cuevas, PPGE
Guinea Ecuatorial lleva más de cinco décadas bajo un régimen autoritario, primero con Francisco Macías Nguema y, desde 1979, con Teodoro Obiang Nguema Mbasogo. Esta prolongada dictadura ha moldeado las estructuras políticas, sociales y económicas de nuestro país, arraigando una cultura de poder personalista y clientelismo que no se desmonta de la noche a la mañana. La historia demuestra que ningún país que ha salido de una dictadura lo ha hecho de manera inmediata y sin un proceso de transición. España, Chile, Argentina, entre otros, vivieron transiciones políticas complejas para lograr la consolidación de sus democracias. También en África se han llevado a cabo procesos exitosos, recordemos: Sudáfrica (1994), Ghana (1992), Cabo Verde (1991), Benín (1991)..
Sin embargo, en Guinea Ecuatorial, el debate sobre la necesidad de una transición es prácticamente inexistente en muchos sectores de la oposición. ¿Por qué?
Una posible respuesta es que muchos actores políticos que aspiran a suceder a Obiang no buscan realmente un cambio de régimen, sino la perpetuación del mismo esquema de poder bajo una nueva figura. La historia nos muestra que, tras el fin de un régimen autocrático, suele haber luchas intestinas entre las élites que buscan asegurarse un lugar en el nuevo reparto del poder. En Guinea Ecuatorial, esta pugna ya está en marcha.

Oposición bajo la mirada de Obiang
El distrito de Mongomo, cuna del poder durante más de cinco décadas, no está dispuesto a perder su influencia. Desde el interior del régimen, hay figuras que quieren evitar por todos los medios que el poder escape de sus manos. Al mismo tiempo, han surgido otros sectores dentro de la propia dictadura que buscan desbancar el dominio absoluto de Mongomo, pero sin renunciar al modelo de gobierno autoritario que ha caracterizado a Guinea Ecuatorial. En otras palabras, no buscan democratizar el país, sino apropiarse del mismo sistema.
A esta lucha interna se suman los intereses de grupos económicos y políticos extranjeros, particularmente lobbies empresariales, con España como uno de los actores clave. Durante décadas, las relaciones entre Guinea Ecuatorial y ciertas empresas españolas han estado marcadas por acuerdos opacos, corrupción y una falta de escrutinio democrático. Estos lobbies apoyan a la opción que más les beneficia, sin importar si el nuevo líder continúa con un sistema dictatorial, siempre y cuando proteja sus intereses económicos.

Teodorín Obiaang / Gabriel Mbega O. / Antonio Oburu
En este contexto, la falta de una discusión seria sobre una transición democrática no es casualidad. Muchos de los actores, tanto internos como externos, están más preocupados por sus propias ganancias y privilegios que por la construcción de una Guinea libre y democrática. Se va a necesitar mucha negociación y mucho consenso. El Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial ha insistido en la necesidad de una transición política real, negociada entre todos los actores políticos y supervisada por la comunidad internacional. Para ello, el PPGE ha ido preparando un dossier con todos los pasos que se requieren para que una transición termine con éxito.
La propuesta del PPGE parte del reconocimiento de que Guinea Ecuatorial no puede salir de la dictadura y entrar directamente en una democracia estable sin antes pasar por un proceso de reforma estructural. Esto incluye:
• El desmantelamiento del aparato represivo del régimen.
• La creación de instituciones independientes y democráticas.
• Un proceso de justicia transicional para juzgar los crímenes del pasado.
• Elecciones libres y transparentes con observación internacional.
El PPGE insiste en que este proceso debe contar con una fuerza internacional de interposición, ya sea a través de Naciones Unidas o la Unión Africana. Sin este respaldo, la élite que ha controlado el país durante décadas seguirá teniendo el poder suficiente para bloquear cualquier intento real de democratización.

El trabajo discreto y eficaz del PPGE en la transición de Guinea Ecuatorial
Uno de los principales obstáculos para una transición es el miedo de la élite gobernante a rendir cuentas. En Guinea Ecuatorial, la corrupción ha sido un pilar del sistema, permitiendo a una pequeña minoría enriquecerse desmedidamente a costa del pueblo. Muchas de estas personas, principalmente del círculo de Mongomo, saben que en una democracia verdadera serían juzgadas por sus crímenes y perderían su poder y riqueza. Esta élite multimillonaria, que ha acumulado una fortuna incalculable mediante la explotación de los recursos nacionales, solo podrá ser desafiada con el respaldo de la comunidad internacional. El pueblo guineano, por sí solo, se encuentra maniatado y sin los recursos necesarios para enfrentarse a un aparato de poder que ha perfeccionado la manipulación y la represión.
Uno de los mayores problemas que enfrenta la lucha por la democracia en Guinea Ecuatorial es la falta de una cultura democrática consolidada. Tras décadas de dictadura, el pueblo no ha tenido la oportunidad de experimentar ni siquiera un atisbo de gobierno democrático. Esto facilita que las élites continúen manipulando a la población con promesas falsas y manteniendo la ilusión de que un cambio de rostro en el liderazgo traerá mejoras, cuando en realidad solo buscan perpetuar el sistema.

La Asamblea, elegida por sufragio universal, libre y sin coacción, representa la voluntad del pueblo y no los dictados arbitrarios de un Vicepresidente iletrado como Teodorín
Para romper con este círculo vicioso, es necesario un esfuerzo concertado de educación política, información transparente y una movilización real de la sociedad civil. La comunidad internacional también debe asumir su responsabilidad y dejar de apoyar regímenes autoritarios en función de sus propios intereses.
Guinea Ecuatorial está en una encrucijada histórica. La salida de la dictadura no puede darse sin una transición democrática real, que garantice la participación de todos los sectores de la sociedad y la supervisión de organismos internacionales. Sin embargo, los intereses de la élite política y económica, tanto dentro como fuera del país, siguen bloqueando este proceso. El pueblo guineano debe ser consciente de que el simple reemplazo de un dictador por otro no cambiará su situación. Solo un proceso de transición bien estructurado puede romper con la dinámica de los “hombres fuertes” y sentar las bases de una democracia real. La pregunta es: ¿se permitirá que esto suceda o el poder seguirá estando en manos de unos pocos, condenando al país a repetir su historia una vez más?