Por Armengol Engonga Ondo, presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Permanecemos en contacto permanente con nuestros informadores dentro del país, compatriotas valientes que, día tras día, semana tras semana, arriesgan su seguridad para transmitirnos lo que ocurre realmente detrás de los muros del régimen. Gracias a ellos, sabemos que la degradación y descomposición de la dictadura de Teodoro Obiang es ya inocultable. Lo que antes se percibía como un rumor, hoy es un hecho palpable: el régimen se tambalea.
Las cuentas no le salen al dictador.
El futuro que había diseñado para su familia se resquebraja.
Y su entorno más directo está sumido en una profunda preocupación ante un horizonte que se acerca con rapidez.

La figura del sucesor, Teodorín —impuesta por capricho y no por mérito— es el centro de todas las dudas: derrochador, incompetente, irresponsable y ajeno por completo al sufrimiento de nuestro pueblo. Muchos dentro del Gobierno, del PDGE y de la propia militancia saben que no sirve para liderar un país. Por eso el miedo ha empezado a instalarse en el corazón del régimen: miedo a la sucesión, miedo al vacío, miedo al día después.
Durante décadas, la dictadura ha vivido en una realidad paralela, alimentada por propaganda, autoengaño y corrupción. Pero la realidad —esa que nunca falla— ya se impone: los seguidores del régimen han comenzado a interiorizar que la desaparición de Obiang es inevitable y que con ella llega un futuro incierto que no podrán controlar.

La dictadura instaurada el 3 de agosto de 1979 fue, desde el primer día, un sistema criminal.
Un sistema sin libertades de expresión, sin libertad política, sin libertad económica, sin libertad de movimiento. Un país donde el Estado fue sustituido por una familia que se apropió de todo el patrimonio nacional y que violó todos los derechos humanos imaginables. Un régimen que utilizó el miedo como arma de control social, empujando a nuestro pueblo a vivir con el terror pegado a la nuca.
Pero ese tiempo se acaba.

En el Partido del Progreso estamos trabajando con una determinación absoluta.
Con fuerza, convicción, fe en nuestro futuro y una visión clara del país que construiremos tras la caída del régimen. Nuestra misión es el cambio político real, la transición, el retorno en libertad de todos los exiliados y la reconstrucción institucional de Guinea Ecuatorial.
Ya estamos preparando el proyecto de Justicia y Reconciliación Nacional para el post-Obiang, un compromiso histórico que garantizará un país donde nadie vuelva a ser perseguido, silenciado o despojado de su dignidad.

Queridos compatriotas:
No desesperéis.
No dejéis que la oscuridad os robe la esperanza.
Estamos más cerca que nunca.
La victoria llegará —y cuando llegue— habrá merecido cada sacrificio, cada lágrima y cada día de resistencia. Recuperaremos nuestras libertades, nuestro Estado de derecho, nuestra justicia, nuestra democracia y el progreso que le pertenece a nuestro pueblo.
Que nadie lo dude: Guinea Ecuatorial renacerá.
Un gran abrazo fraternal.


