Por Armengol Engonga Ondo. Presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Por primera vez en nuestra historia, puedo decir con absoluta certeza que todos los guineanos, sin excepción, estamos de enhorabuena. Estamos felices, emocionados, y profundamente orgullosos por una noticia que marca un antes y un después en nuestra lucha como nación.

El día 19 de mayo de 2025 quedará grabado para siempre en nuestra memoria colectiva: la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha fallado a favor de Guinea Ecuatorial en el litigio por la soberanía de las islas Mbañe, Cocoteros y Conga, ocupadas ilegalmente por militares gaboneses desde hace décadas.
La Corte ha reconocido que el título legítimo sobre dichas islas pertenecía al Reino de España el 12 de octubre de 1968, fecha de nuestra independencia, y que fue transferido legalmente a la República de Guinea Ecuatorial. Este pronunciamiento internacional no solo nos devuelve nuestro territorio, sino que nos devuelve también nuestra dignidad nacional.
Este fallo histórico representa el fin de una era marcada por la arbitrariedad, la opresión y el desprecio a los pueblos, una época oscura protagonizada por figuras como Omar Bongo, Francisco Macías y Teodoro Obiang Nguema. Todos ellos –herederos del autoritarismo y el abuso de poder– hicieron de la política un instrumento de sometimiento, dejando a nuestros pueblos sin libertades, sin oportunidades y sin justicia.

Hoy, se cierra definitivamente la etapa de los dinosaurios, de los que jugaron con el destino de millones de personas. Ya no están Macías ni Bongo, y el último que queda, Teodoro Obiang, pronto será también parte del pasado. Que así sea, por el bien de nuestro pueblo.

Ahora, con toda nuestra soberanía recuperada, llega el momento de proyectar nuestro país hacia la democracia, hacia el progreso, hacia un desarrollo integral y libre. Porque Guinea Ecuatorial tiene el potencial, el talento y la riqueza humana para convertirse en un modelo de buena gobernanza, convivencia pacífica y justicia social en África y en el mundo.
Estamos llamados a ser una nación ejemplar, no por el tamaño de nuestro territorio, sino por la grandeza de nuestros valores y la calidad de nuestros ciudadanos. Y para ello, debemos construir una sociedad exigente, crítica, comprometida con el bien común. Una sociedad que no se conforme con menos que libertad, honestidad y desarrollo.

Como exiliados, como ciudadanos comprometidos, como padres y madres de las futuras generaciones, tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros compatriotas las mejores lecciones aprendidas en nuestras tierras de acogida. Europa nos ha enseñado a vivir en libertad, a trabajar con disciplina, a respetar las normas y a valorar la diversidad.
En lo personal, debo decir que tuve la suerte de encontrar a buena gente en el camino: amigos españoles que me apoyaron cuando más lo necesitaba, que me ofrecieron su casa, su amistad, su ejemplo. Los Estévez de Icod de los Vinos en Tenerife, la familia de Jesús Ibáñez Puertas de Palencia, Rubén Fraguas Villoslada y los suyos en Segovia, Laurentino Álvarez en León, amigos de Guadalajara y Madrid… A todos ellos, mi eterno agradecimiento.
También reconozco con orgullo mis raíces profundas en Teguete, Evinayong, Mangola (Río Benito), Bata… donde mis maestros, como don Leandro Nguema Ecua y don Robustiano Ikaka Role, me inculcaron el valor del estudio, del respeto, del esfuerzo.

Por eso no me quejo, por eso asumo los retos con entereza y sin victimismo. Porque tuve suerte, sí, pero también supe aprovecharla. Y ese es el legado que quiero dejar: una Guinea Ecuatorial donde todos los niños y jóvenes tengan las mismas oportunidades que yo tuve para ser hombres y mujeres de provecho, para ellos y para su país.
Los pueblos que tienen buena gente, que valoran la educación, el respeto y la solidaridad, son los que más rápido progresan. Y nosotros tenemos buena gente, mucha y valiosa.

Queridos compatriotas, tras 41 años luchando por el cambio político, estoy más convencido que nunca de que nuestra meta está cerca. El régimen de los Obiang ya tambalea. La presión internacional aumenta. Y, sobre todo, la conciencia de nuestro pueblo ha despertado.
Soñamos con regresar a nuestro amado país, no por nostalgia, sino para trabajar codo con codo en la transición política, para construir instituciones sólidas, impulsar el Estado de Derecho y garantizar la separación real de poderes. Queremos una Guinea con justicia social, con democracia de verdad, con libertad para todos.
Sí, Guinea Ecuatorial puede y debe convertirse en un ejemplo de buenas prácticas democráticas. Porque tenemos lo esencial: valores, talento, voluntad y esperanza. Porque no queremos ser más víctimas del pasado, sino arquitectos del futuro.
La historia nos está llamando. Respondamos con coraje, con fe, con alegría y con unidad.
Un fuerte abrazo de vuestro compatriota,
Armengol Engonga Ondo
presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial
Exiliado político y ciudadano esperanzado


