Por Juan Cuevas, PPGE
No nos acostumbremos al horror. En Guinea Ecuatorial, el sufrimiento es la norma y la brutalidad, la regla. Las cárceles están llenas de jóvenes, hombres y mujeres cuyo único crimen ha sido alzar la voz contra un régimen implacable. Familias enteras buscan desesperadamente a sus seres queridos, sin recibir jamás respuesta. El silencio de un gobierno podrido por la corrupción es la única respuesta que reciben.
Las denuncias más recientes son escalofriantes. Hombres y mujeres encarcelados, enfermos, abandonados a su suerte en celdas donde la comida es un privilegio casi inexistente. Una de las últimas víctimas de este sistema criminal, se encuentra ingresado en estado crítico mientras otros se consumen lentamente en la penumbra de las celdas, sin recibir ninguna asistencia médica. No hablamos de hace un siglo, hablamos de hoy.
En cada ciudad, en cada camino, el control opresivo se palpa con violencia. Las barreras, esos postes miserables cruzados sobre las carreteras junto a un bidón y dos guardias borrachos, se multiplican como una plaga. Unas tras otras, cada cinco o diez kilómetros. Una muralla invisible que asfixia la vida diaria de un pueblo sometido. Las carreteras de Bata, Acurenem, Oyala, Ebibeyin y Mongomo se han convertido en líneas de extorsión impuestas por soldados y agentes hambrientos de poder y dinero.
Los Guardianes del Terror
Los guardias en las barreras de control no son protectores. Son verdugos ansiosos de encontrar a cualquier extranjero o nacional que pueda proporcionarles unos cuantos francos para llenar sus bolsillos. La táctica es conocida: paran al viajero, lo interrogan, revisan minuciosamente sus documentos hasta inventar cualquier irregularidad para justificar la mordida. ¿El precio de la libertad? Unos 26.000 francos.
En un país donde la pobreza es brutal y la opresión es el único lenguaje del régimen, estas extorsiones se han convertido en una constante. Para muchos, producir alimentos o criar gallinas es una sentencia de robo seguro. Los militares o agentes regionales simplemente se quedan con lo que encuentran sin más explicación que la fuerza. La agricultura se muere, la pesca agoniza y la desesperanza se extiende como un virus sin cura.

La policía detiene a los extranjeros cameruneses dentro de los taxis en Bata… (Diario Rombe)
Pero hay algo aún más escalofriante: la injerencia extranjera. Según testimonios de la población, los rusos y norcoreanos patrullan las mismas ciudades donde las barreras florecen como hierba mala. En Bata, Acurenem, Oyala, Ebibeyin, Mongomo y Malabo, sus ejercicios de tiro y sus patrullas constantes son muestra de una realidad tan cruel como inaceptable. ¿Qué hace un régimen agonizante aliándose con tiranías extranjeras? Se prepara para perpetuar su dominio, a cualquier costo.
A esta tragedia se suma una nueva atrocidad. Según está informando Abaha TV, Teodorín Obiang, en su desesperada búsqueda de favores extranjeros, ha comenzado a anunciar becas para estudiar en la escuela militar rusa. Pero esa oferta no es más que una trampa mortal. La realidad detrás de estas “becas” es aún más siniestra: serán enviados al frente de Ucrania para convertirse, como los norcoreanos, en carne de cañón. Jóvenes guineanos entregados al sacrificio para sostener un régimen que los desprecia y utiliza como moneda de cambio.

La exhibición de los lujos y caprichos de Teodorin suponen una grave afrenta para el pueblo guineano
A nuestra redacción nos ha llegado este testimonio desde Guinea: “Hace poco un familiar mío me pidió que le ayudara en la gestión de su documentación, porque, según el familiar, su hijo aprobó un examen para ir a estudiar a Rusia. Es decir, lo de reclutar a los jóvenes con el pretexto de ir a estudiar en Rusia es más que una verdad”
El Régimen de Obiang: Un Crimen Organizado con Apariencia de Gobierno
El último informe remitido a la Audiencia Nacional española es devastador. Desde 1997, los servicios secretos de Teodoro Obiang Nguema han raptado a 34 disidentes, la mayoría exiliados en Europa. ¿Su crimen? Denunciar la corrupción y las violaciones de derechos humanos. ¿Su castigo? El secuestro, la tortura y la muerte.
Las acciones del régimen de Obiang no son las de un gobierno legítimo. Son las de un aparato mafioso que, como indica Transparencia Internacional, se encuentra entre los países más corruptos del mundo. Guinea Ecuatorial no es una república; es un territorio secuestrado por la avaricia de una familia y sus cómplices.
Mientras tanto, el pueblo sufre y agoniza. Los abusos continúan y las denuncias se pierden en el viento. ¿Cuánto tiempo más se va a permitir este infierno en la Tierra? Las dictaduras caen, siempre lo hacen, pero la cuestión es cuántas vidas más se perderán antes de que ese momento llegue.
Guinea Ecuatorial, en pleno siglo XXI, sigue siendo un paraíso exclusivo para la élite corrupta y un infierno para su gente. Y el mundo observa, indiferente o temeroso, sin mover un dedo para acabar con esta tragedia.