Gobierno y China Shipbuilding (empresa armamentista) prosiguen con las negociaciones sobre proyectos de defensa
En un nuevo capítulo de las prioridades del régimen ecuatoguineano, el gobierno de Teodoro Obiang Nguema sigue apostando por la adquisición de armamento de alta tecnología, utilizando el petróleo como moneda de cambio y comprometiendo aún más la soberanía económica del país frente a China. Bajo el pretexto de “reforzar la capacidad operativa” de las Fuerzas Navales, estas negociaciones no solo perpetúan la represión interna, sino que también agravan una creciente deuda externa, consolidando a Guinea Ecuatorial como un peón más en los intereses geopolíticos de Pekín.
Armas para reprimir, no para proteger
El Vicepresidente Nguema Obiang Mangue, figura clave en esta estrategia, mantiene conversaciones con China Shipbuilding Trading Corporation, una empresa china que ofrece tecnología militar de última generación. Según los comunicados oficiales, la intención es dotar a la Armada Nacional con recursos avanzados para combatir la piratería marítima. Sin embargo, el historial del régimen revela un patrón claro: la modernización de las fuerzas armadas se traduce en un fortalecimiento de los mecanismos de control y represión contra la población guineana.
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En un país donde la mayoría de los ciudadanos vive en condiciones de pobreza extrema, mientras las élites disfrutan de lujos derivados de los ingresos petroleros, la compra de armamento se presenta como una bofetada a las necesidades más urgentes del pueblo. Los fondos que podrían destinarse a educación, salud o infraestructura básica se desvían para alimentar un aparato militar cuyo principal objetivo ha sido, históricamente, silenciar voces críticas y sofocar cualquier intento de cambio político.
El costo oculto: la deuda con China
Más allá del impacto interno, estas negociaciones con China representan una amenaza significativa para la soberanía económica de Guinea Ecuatorial. Cada nueva compra de armamento aumenta la dependencia del país hacia el gigante asiático, cuyas estrategias de préstamos y proyectos de infraestructura han dejado a numerosas naciones atrapadas en una deuda insostenible.
Al aceptar las propuestas de empresas como China Shipbuilding, el gobierno no solo compromete los ingresos petroleros actuales, sino que hipoteca el futuro del país. Guinea Ecuatorial corre el riesgo de caer en la trampa de la “diplomacia de la deuda” de Pekín, donde las deudas impagables terminan siendo utilizadas como palanca para controlar recursos estratégicos o imponer condiciones políticas favorables a los intereses chinos.
En lugar de priorizar inversiones en sectores esenciales como la salud o la educación, el régimen sigue centrando sus esfuerzos en la militarización. Mientras se celebran reuniones en salones lujosos del Palacio del Pueblo, hospitales carecen de suministros básicos y miles de ciudadanos luchan por acceder a agua potable o alimentos suficientes.
El discurso oficial intenta justificar estas compras militares con la lucha contra la piratería marítima, pero el verdadero enemigo del pueblo guineano no está en las costas, sino en un sistema político que perpetúa la desigualdad, la corrupción y la represión.
Una llamada a la comunidad internacional
Desde el Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), denunciamos este uso irresponsable de los recursos del país y pedimos a la comunidad internacional que examine de cerca estas transacciones. Es imperativo que los acuerdos militares entre Guinea Ecuatorial y China se hagan con total transparencia y que no sean utilizados como una excusa para desviar fondos públicos hacia la perpetuación de un régimen autoritario.
En este sentido el Presidente del Partido del Progreso, Armengol Engonga, ha manifestado que «el pueblo guineano no necesita más armas ni deudas impagables. Lo que necesita es un liderazgo comprometido con el bienestar colectivo, la democracia y el desarrollo sostenible. Las riquezas petroleras de Guinea Ecuatorial deben ser utilizadas para construir un futuro mejor, no para alimentar un aparato de represión que oprime a los mismos ciudadanos que genera esas riquezas. Es hora de exigir un cambio. El petróleo debe ser una herramienta de desarrollo, no una moneda de opresión».