Libertad económica y de comercio: el camino hacia la prosperidad y la dignidad en Guinea Ecuatorial
Por Juan Cuevas – Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE)
Guinea Ecuatorial fue, en los últimos años de la colonia y ya en pleno periodo de autonomía, un referente económico en la región. Empezaba a despegar gracias a la libertad de emprender actividades productivas y de comercio. La sociedad era dinámica, creativa y con expectativas de desarrollo real. Pero con la llegada del dictador Macías se truncó ese camino. Se instauró un régimen represivo que destruyó tanto la economía como el tejido social. Desde entonces, y hasta hoy, el país ha vivido en un retroceso sistemático.
Para comprender la importancia de la libertad económica en el progreso de los pueblos, basta remontarse al Neolítico. Con la aparición de los primeros asentamientos humanos estables gracias a la agricultura y la ganadería, la humanidad descubrió algo revolucionario: el excedente. Por primera vez se producía más de lo que se necesitaba, y así nació el comercio, la especialización del trabajo y, con ello, las primeras formas de organización social y económica avanzadas.
Aquel momento histórico dio paso también a otro concepto clave: la propiedad privada. El asentamiento estable, el matriarcado y el matrimonio permitieron que los bienes se transmitieran de generación en generación. El derecho a poseer lo que uno ha producido con su esfuerzo se convirtió, desde entonces, en un pilar de la libertad.
Sin propiedad no hay libertad. Si el ciudadano no tiene la certeza de que su tierra, su negocio o su ganado están protegidos por la ley, no hay incentivo para trabajar, invertir o mejorar. El miedo sustituye al esfuerzo. La dependencia sustituye a la creatividad. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido en Guinea Ecuatorial durante décadas.

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La dictadura ha impedido deliberadamente el acceso generalizado a la propiedad y a la actividad económica. ¿Por qué? Porque quien no posee nada, depende del poder. Y quien depende, es fácilmente manipulable. La pobreza inducida ha sido, en Guinea, una herramienta de control político. Una sociedad empobrecida es más fácil de someter. Sin embargo, Obiang permitió a los suyos que robaran y se enriquecieran, aprovechando la bonanza del petroleo, según relata la ex-embajadora.
Y porque, además, la guerra arancelaria que estamos viviendo no favorece al comercio y empobrecerá más aún a los países pobres. En un mundo cada vez más interconectado, cerrar las puertas al libre intercambio de bienes y servicios encarece la vida, reduce las oportunidades y golpea especialmente a los países pequeños, que necesitan exportar e importar con libertad para desarrollarse. Las barreras comerciales impuestas desde fuera —y a veces también desde dentro— terminan asfixiando a las economías más frágiles, consolidando la desigualdad global. Guinea Ecuatorial, sin una red sólida de producción interna y con una clase media aún en construcción, es especialmente vulnerable a este escenario.
Frente a este modelo de sometimiento, el PPGE propone una alternativa clara: libertad de comercio, protección efectiva del derecho a la propiedad, fomento del emprendimiento y de la actividad productiva en todos los niveles. Nuestro modelo bebe de la tradición liberal cristiana europea, con influencias tan notables como la del español Juan de Mariana, que ya en el siglo XVII defendía la propiedad privada como garantía de libertad frente a los abusos del poder.
El desarrollo económico no puede nacer de la limosna del Estado. Tiene que brotar del empuje del ciudadano libre. Solo una economía donde el guineano pueda producir, comerciar, heredar y prosperar sin miedo será una economía capaz de sostener una democracia duradera y una sociedad digna.
Guinea Ecuatorial no necesita caridad, necesita libertad. Libertad para sembrar, invertir, intercambiar, transmitir bienes a sus hijos. Libertad para soñar y construir un futuro. Libertad para vivir con dignidad.
Porque sin propiedad, no hay libertad.
Y sin libertad, no hay nación