Redacción El Confidencial
El pasado 3 de mayo, la Pareja Presidencial de Guinea Ecuatorial, Obiang Nguema y Constancia Mangue, asistieron con pompa y boato a la ceremonia de investidura del nuevo Presidente de Gabón, Su Excelencia Brice Clotaire Oligui Nguema. En el Estadio La Amistad Chino-Gabonés, rodeados de multitudes festivas, desfiles militares y líderes africanos, el dictador ecuatoguineano fue recibido con vítores y honores. A ojos del mundo, parecía un acto más dentro del protocolo habitual de las relaciones internacionales. Pero esa imagen edulcorada es solo una máscara: tras ella se esconde lo peor de la condición humana.
Desde el Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), forzado al exilio por una dictadura que aplasta cualquier disidencia, denunciamos con firmeza esta falsa normalidad con la que Obiang pretende legitimar su régimen. Un régimen que impide la participación política libre, que encarcela y tortura a opositores, y que ha secuestrado la voluntad del pueblo durante más de cuatro décadas de tiranía.
Un Obiang tembloroso que apenas se tiene en pie, con aspecto de un nonagenario; y es que en eso también ha mentido. Cuando llegó de Gabon y le inscribieron en el registro, ya era mayorcito.
La figura de Obiang Nguema Mbasogo —presentado en Libreville como “decano de la política africana”— representa no la sabiduría de la experiencia, sino la prolongación del autoritarismo, la corrupción institucionalizada y la impunidad. Su presencia en actos internacionales busca blanquear una realidad innegable: en Guinea Ecuatorial no hay democracia, ni libertad de expresión, ni respeto por los derechos humanos. La política está prohibida para los opositores, a quienes solo nos queda el exilio para poder alzar la voz sin miedo a represalias.
Una prueba más de esta manipulación de la opinión pública fue la presencia en el aeropuerto de Libreville de supuestos miembros del PDGE en Gabón, reclutados apresuradamente de barrios de la capital y localidades cercanas. Fueron convocados para “recibir a su Jefe”, con la promesa de recibir una gratificación económica por participar en los actos y aparentar apoyo popular. Pero una vez cumplido su cometido, no se les pagó lo prometido. Esta es la forma en que opera el régimen: usando a la gente, comprando lealtades con promesas vacías y abandonando a los mismos que instrumentaliza. Lo que para el espectador extranjero parecía una escena espontánea de fervor popular no fue más que un montaje más del aparato propagandístico del dictador.
Mientras en Akurenam las autoridades derriban una casa, en ausencia de su dueño
Obiang es un hombre marcado por sus propios complejos personales. La inseguridad que arrastra desde su juventud lo ha convertido en un líder falso, taimado, hipócrita y profundamente cínico. Predica valores que jamás practica. Se presenta como garante de la estabilidad mientras genera miedo. Se envuelve en símbolos de unidad africana, mientras reprime brutalmente a su propio pueblo.
La reciente elección en Gabón, aunque también cuestionada en muchos aspectos, representa al menos un intento de romper con un pasado autoritario. Pero mientras líderes como Obiang sigan ocupando espacios de representación internacional, África Central seguirá anclada en un ciclo vicioso de dictaduras que se legitiman mutuamente, blindadas por una diplomacia de conveniencia.
Durante una sesión de trabajo del Partido del Progreso
Desde el PPGE hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que no se deje engañar por las apariencias. Guinea Ecuatorial no es un país normal, aunque su dictador asista a actos oficiales como si lo fuera. La verdadera normalidad llegará cuando el pueblo pueda elegir libremente a sus gobernantes, cuando los exiliados puedan regresar sin temor, y cuando la justicia sustituya a la represión.