Editorial El Confidencial
Teodoro Obiang Nguema, el dictador de Guinea Ecuatorial que lleva más de cuatro décadas aferrado al poder, acudió a Luanda en una visita oficial de 48 horas tratando de proyectarse como defensor de los intereses de África. Sin embargo, sus declaraciones no son más que una fachada cínica para encubrir su legado de corrupción, represión y miseria. En un intento desesperado por ganar relevancia, abogó por que África obtenga dos asientos permanentes con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, argumentando que el continente enfrenta «problemas políticos y de seguridad». Es irónico que quien encarna el problema hable de soluciones.
Una retórica vacía desde el abismo del autoritarismo
Obiang, conocido por ser un maestro del doble discurso, afirmó que África Central está en mejor situación que Occidente, restando importancia a los recientes golpes de Estado y a la desestabilización por Rusia y alabando un supuesto proceso de transición basado en diálogo y referéndum. Estas palabras provienen de un hombre que no tolera ni el más mínimo atisbo de oposición en su propio país, donde los disidentes son secuestrados, encarcelados y, en muchos casos, asesinados. Hablar de estabilidad y diálogo mientras su régimen siembra el terror entre su población es un ejercicio de hipocresía tan descarado como insultante.

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Exigencias al Consejo de Seguridad: el cinismo de un ladrón
El dictador pidió dos asientos permanentes para África en el Consejo de Seguridad de la ONU, con «todas las prerrogativas y derecho de veto». Lo que Obiang convenientemente omite es que su propio gobierno no puede garantizar los derechos más básicos a suciudadanía, mucho menos contribuir al desarrollo de soluciones globales. Sus palabras sobre la importancia de África en la ONU no son más que una cortina de humo para encubrir su historial de saqueo: Guinea Ecuatorial, rica en petróleo y recursos naturales, sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo, con su pueblo hundido en la indigencia mientras su familia disfruta de lujos obscenos en el extranjero.
Relaciones con Angola: el club de los cínicos
Durante su visita, Obiang destacó las «excelentes relaciones de cooperación» entre Guinea Ecuatorial y Angola, dos países liderados por hombres que comparten una visión autocrática del poder. Las loas al comercio y la integración regional a través de la Zona Africana de Libre Comercio chocan con la realidad de un régimen que aplasta cualquier iniciativa que no beneficie directamente a su círculo cercano. Es evidente que estas palabras resonaron bien en un auditorio complaciente, formado por líderes que, como él, se aferran al poder a cualquier precio.
Un cínico irrelevante que busca protagonismo
La insistencia de Obiang en obtener un papel relevante en África y en la escena internacional no es más que un intento desesperado de perpetuar su imagen mientras su régimen se tambalea. Es un dictadorzuelo irrelevante, incapaz de resolver los problemas más básicos de su país, pero siempre dispuesto a vender un discurso grandilocuente que solo compran otros líderes tan corruptos y autoritarios como él. La comunidad internacional debe ver esta visita por lo que realmente es: una burda maniobra de distracción de un ladrón consumado y un cínico que ha condenado a su pueblo a la miseria.
Hablar de liderazgo africano desde la opresión, la represión y el saqueo no solo es contradictorio, es ridículo. Obiang no es más que un parásito político que utiliza las instituciones internacionales y regionales para legitimar su perpetuación en el poder mientras el resto de África y el mundo miran con escepticismo y desprecio.